“Eso no es ansiedad”

«Eso no es ansiedad» es una de las frases que escucho en consulta. Pues hay determinados síntomas de la ansiedad que no son concebidos como tal cuando la persona normaliza a lo largo de los años determinadas formas de afrontamiento en situaciones estresantes de su día a día, creyendo que esa forma de afrontar es la normal.

Recordemos que ante situaciones eventualmente riesgosas o que nos sentimos en peligro, el estrés “bueno” o la “ansiedad adaptativa” nos pone a salvo, nos permite salir o afrontar esa situación de riesgo.
También podemos sentirnos “ansios@s” ante situaciones nuevas o apasionantes, una nueva pareja, un nuevo trabajo, algo que me hacía mucha ilusión y sucede, esto nos da un impulso de energía y motivación.

Pero si a pesar de salir de la situación estresante, como cumplir con una entrega laboral, sigo pensando en ello, sintiendo preocupación, irritabilidad, nerviosismo, no conciliando el sueño, disminuyendo mi rendimiento, entonces esa ansiedad sigue presente y comienza a ser desadaptativa.

La ansiedad afecta a personas de todas las edades, a niños, adolescentes y adultos. Se presenta en pensamiento e imágenes en cadena, que no paran, asociados a lo que está por venir, con una carga negativa muy alta y la persona siente que no las puede evitar.
Es un sentimiento de miedo, temor e inquietud, de inseguridad y excesiva preocupación a determinadas situaciones percibidas como negativas. Y puedo sentirla en mi trabajo, con mi familia, en una situación social, en lo que me sucede cada vez que me vinculo con personas significativas, o cuando tengo que aprobar un examen, etc.



En consulta las frases que más escucho asociadas a la ansiedad en sus diferentes variantes y con sus pensamientos, sentimientos y síntomas físicos son:

«Me preocupan demasiadas cosas…»
«Cada día voy mal de tiempo…» «Siento presión por tomar una decisión o tomar partido de…»

«En mi día a día es normal que vaya agitad@ a todos los sitios…»

«Cada vez que tengo que dar un examen, me duele la tripa, no duermo…»

«Siento demasiada presión en el pecho cuando estoy en esa situación, prefiero evitarla…»

«Tengo que lograrlo, no llegaré a…»

«No conseguiré ese trabajo» «No me alcanza el dinero, no podré pagar mis deudas…» «Vivo sobreviviendo…»

«No tendré pareja…», «Mi pareja me dejará…» «Si le dejo me sentiré sol@»…
«Me preocupa que mi pareja tenga un accidente»…
«No cumpliré con mi familia…»
«Mis amigos no me aceptarán si… prefiero evitarlos…»
«Si hay mucha gente me pongo nervios@»…

«Me preocupa y angustia que mis padres se enfermen»… «Me pongo muy nervios@ cuando mi mamá/papá se va…»

«No puedo concentrarme, es mas fuerte que yo, no soy capaz…»

«Necesito esto… me irrita no tenerlo, me enfada y pienso que tal vez nunca lo conseguiré…»

«¿Y si ahora que tengo lo que quería, lo pierdo? …»

«Siento irritabilidad, mal humor»… «Me siento responsable de demasiadas cosas…»
«No puedo parar de hacer cosas, tengo que cumplir…»

«Tal vez es mejor que no me enfrente a esa situación, no estaré a la altura»…

«Llevo tal cansancio físico y mental…»
«No puedo dormir»…

«Estoy en constante agitación y movimiento, no puedo parar»…
«Mi cuerpo no para de moverse, aún estando sentad@…»
«No consigo tener momentos de relajación»

«Me paso el día nervios@ y en un solo sobresalto»…
«No paro de sudar»….

«Me duele el pecho, me duele el cuerpo, tengo tensión muscular»… «Se me cierra el estómago»… «Tengo náuseas…» «No paro de comer…» «Es como si en mi estómago hubiese un vacío»…

Hay una lista muy larga de lo que es ansiedad, esto es un pequeño ejemplo. Ansiedad es ese dolor en el pecho que a penas percibo o percibo mucho, pero va y viene, son los pensamientos derrotistas, son las creencias limitantes, son los “miedos a”, a veces de la mano de la “verguenza a”…, es la irritabilidad, es no poder dormir porque mi cabeza no para, es sentirme culpable y un largo etcétera…

Los síntomas tienen que haber estado presentes mínimo 6 meses y se deben descartar otros factores en su diagnóstico, como los efectos fisiológicos de una sustancia o condición médica, así como descartar otros trastornos mentales. Por eso la importancia de una buena evaluación multimétodo.

Leticia Paisal
Psicóloga
Colegiado 21128

Cuando mi cuerpo vive en modo amenaza

Estamos hechos para la supervivencia, así como para conectarnos biológicamente, de esa forma hemos sobrevivido como seres humanos.

Nuestro sistema nervioso autónomo se encarga de mantener nuestro cuerpo en equilibrio y está formado por dos ramas principales, la simpática y la parasimpática.
La simpática es la encargada de llevarnos a la acción, de activar nuestro cuerpo, de llevarlo a un estado de alerta fisiológica y la parasimpática es la responsable de relajarlo y de volverlo a su estado natural.

¿Pero qué sucede cuando nos sentimos en constante estrés y ansiedad? ¿Qué sucede si nuestro cuerpo se activa ante situaciones amenazantes no reales y que tienen que ver con nuestra historia, con nuestra infancia y de la forma que nos cuidaron? ¿Qué sucede si no tenemos recursos de apego seguro que nos permitan buscar formas de relajarnos a través de la autoregulación o de la búsqueda de ayuda con personas de confianza?
¿Qué sucede cuando mi cuerpo aprendió que no existe seguridad fuera de mi y me muevo en el mundo como si viviera en constante amenaza? Y ese estado de constante estrés y ansiedad lo siento tanto en mis relaciones familiares, en mi trabajo, o cuando voy a rendir un examen.

En esa búsqueda de seguridad, hay tres sistemas que entran en acción. Por ejemplo, si vivo una situación estresante a nivel laboral, voy a buscar calmarme respirando, relajándome, llevando mi cuerpo a la calma o a través de explicar la situación a alguien con quien me sienta seguro/a de hacerlo, como mi pareja o amistades, o sea, a través de la conexión con otro ser humano.

En ese momento entra en acción el sistema vagal ventral, el componente principal del sistema parasimpático. El de la conexión social, el del compromiso social, el que nos ayuda a relajarnos, a recuperarnos después de una situación estresante, el que regula la frecuencia cardíaca y nos prepara para el descanso y el primero que se activa cuando me siento en estrés y ansiedad y necesito calmarme.

Si esas amenazas son reales, por ejemplo, si un perro me ataca saldré corriendo o buscaré la forma de no salir malherido de la situación, mi miedo me ayudará a la supervivencia. La emoción como mecanismo de defensa me ayudará a ponerme a salvo de la situación. Pero, si mi miedo es secundario, se activa en situaciones no reales, mi cuerpo también se activará en modo amenaza.

Cuando la base de estos miedos viene de los vínculos de apego formados en la infancia y adolescencia, con figuras de cuidado que no fueron lo suficientemente buenos, generando apegos inseguros, ansiosos, desorganizados, de rechazo, vergüenza y abandono o situaciones traumáticas a lo largo de la vida. O si en mi desarrollo no tuve un aprendizaje donde conseguí auto-regularme, si no lo conseguí a través de otra persona y solo recibí, rechazo, culpa o sentirme avergonzado/a, seguiré sintiéndome en «modo amenaza».

Si mi cuerpo no consiguió a través del sistema vagal ventral (social-conexión), calmarse y conectar con otro ser humano que me ayude a hacerlo, seguiré sintiendo que la amenaza está presente, entonces de forma involuntaria se activará el sistema simpático. Que es el sistema que nos prepara para la activación, para la movilización y la lucha-huida.

Es el que se activa cuando siento que voy mal de tiempo, cuando me presionan para tomar una decisión, cuando se acerca una situación conflictiva, etc.

Por ejemplo, si estamos en una relación y siento constantemente la amenaza, con que nuestra pareja nos hará daño, que no será lo suficientemente bueno/a con nosotros/as, nos traicionará o abandonará, comenzará la lucha de reclamo. Esta lucha la puedo mostrar con ansiedad, con miedo, con rabia o puedo huir, ponerme a la defensiva, usar la agresión o decir algo hiriente para eliminar la amenaza y estar otra vez en la calma. O lo contrario, puedo mostrarme evitativo/a, quedarme callado/a, no comunicar lo que me sucede, elegir no hablar con mi pareja o huir de la situación.

Pero si aún así la amenaza sigue, nuestro cerebro entrará en un estado más primitivo que es el sistema Vagal Dorsal el que nos congela, nos inmoviliza.


Es el que se pone en acción cuando siento que no tengo energía, cuando me siento paralizado/a, deprimidos/as, disociados/as, cuando parece que ya no hay opciones, cuando me siento insignificante, que no le importo a nadie, que no podré salir de esa situación. Pero siempre hay salidas, siempre hay opciones, el estilo de apego se puede cambiar, el sistema nervioso se puede transformar. Hoy puedes tener un estilo de apego que te desconecte de sentir confianza y seguridad y te mantenga en «modo amenaza», pero a través de un trabajo profundo mente-cuerpo se puede transformar la experiencia, se puede cambiar tu forma de actuar, de sentir y de relacionarte.

Tu tipo de apego, tu historia, tu sistema nervioso, te dará respuestas.
¿Has pensado o sentido por dónde te mueves, por dónde sientes? ¿En qué estado de activación autónoma te diría tu sistema nervioso autónomo que se encuentra?


Leticia Paisal
Psicóloga
Colegiado 21128

BIBLIOGRAFÍA:

Dana, D. (2018) “La teoría Polivagal En Terapia”. EDITORIAL ELEFTHERIA, S.L. Barcelona

Porges, S. W.(2016) “La teoría Polivagal”. Ediciones Pléyades,SA. Madrid

5 razones por las que hacer terapia

¿Este es el momento?

Puede que llegue el día que te hagas esta pregunta: ¿Este es el momento de hacer terapia? La pregunta vendrá a través de pensamientos, razonamientos, de reflexiones, pero solo cuando entres en ti, hagas un trabajo de recogimiento, te escuches con atención y te dejes llevar por lo que sientes, llegará la respuesta…

Si en ese trabajo de introspección, de escucharte decides que este es el momento, te voy a contar cuáles son las 5 razones por las que la terapia cambiará tu vida.

 

 

Aprenderás a conocerte, indagarás en ti y encontrarás posibilidades con las que antes no contabas, sentirás tu gran poder interior, tus virtudes, tus habilidades. Conectarás con tus emociones, aprendiendo a gestionarlas de la mejor manera, aceptándote y amándote tal como eres.

 

 

Reconocerás una nueva toma de conciencia en el momento que identifiques en ti aquellas conductas que no te ayudan y afectan tu funcionar en los diferentes aspectos de tu vida. Adoptando comportamientos más beneficiosos que te traerán paz y te enseñarán a ser más libre y valiente.

 

 

Sabrás que es vivir sin juzgarte, reconocerás por qué juzgas en los demás aquello que todavía no has resuelto. Podrás vivir sin ese juez interno que te reprocha y te culpa constantemente por tus actos, por cómo eres o por cómo no eres. Sintiéndote orgulloso/a de ti, de tu pasado y de que gracias a quien eres, has crecido y evolucionado.

 

 

Tomarás nuevos caminos: cuando reconocemos y nos permitimos sentir que estamos ante una nueva toma de conciencia, la vida irremediablemente toma un nuevo camino. Algo muere para dar paso a la aventura de vivir una vida con una nueva luz, a pesar de las dificultades por las que has pasado te sentirás orgulloso/a de ti, de tus retos y aprendizajes.

 

 

Entenderás y sentirás qué es amar y disfrutar la vida: nadie dice que la terapia sea la solución, pero sí el tomar conciencia de viejos actos que lo único que hacían era mantenerte caminando en círculos en tu zona de confort. Y a partir de aquí te permitirás progresar y vivir de una forma mucho más consciente, pues has encontrando el propósito de tu vida, sea cuál sea, viviendo en armonía, plenitud y libertad.

 

Leticia Paisal Álvarez

Psicóloga

Colegiado 21128

MUCHO MÁS QUE DOS

Empezar, comenzar, iniciar…palabras que nos dicen que estamos en el punto de partida, en el comienzo de algo que antes no existía. Pero cuando ese comenzar tiene que ver con dos personas, dos almas, dos universos que se encuentran, estamos en el punto de partida del enamoramiento, ante un nuevo crecimiento, un nuevo aprendizaje.

 

“El encuentro entre dos personas es como el contacto de dos sustancias químicas: si hay alguna reacción, ambas se transforman”.
Carl G. Jung

 

La valentía de exponernos a una relación, de “sentir” o volver a sentir, es exponernos al encuentro con el/la otro/a, pero sobre todo al encuentro con nosotros/as mismos/as, pues nos estamos abriendo a escuchar cuáles son nuestros deseos y lo que pretendemos o queremos de esa unión.

 

 

Y llega el enamoramiento con sus intensas emociones y muchas veces con el proyectar en el otro/a nuestras necesidades. Un encuentro en el que “somos mucho más que dos” pues cada uno llega con sus respectivas familias de origen, con sus historias, vivencias, tristezas, alegrías, lealtades y reglas.

 

¿Por qué volcamos nuestras
necesidades en la pareja?

 

Porque la pareja será el espejo de los conflictos sin resolver de ambas personas, de aquello que no se ha solucionado y se reclama en la relación de pareja.  Si no hay conciencia de esta actitud, volcaremos en esa unión aquello que necesitamos y creemos que la persona nos puede cubrir, la mayoría de las veces deseos y anhelos inconscientes muy antiguos, heridas que se formaron en la infancia en donde se estableció nuestro esquema relacional afectivo y que ahora como adultos repetimos en el intercambio con la pareja.

 

¿Pero por qué si todo tiene que ver con un anhelo,
un deseo guardado desde hace mucho tiempo atrás
depositamos en esa persona nuestra necesidad?

 

Porque una vez más sentimos la simbiosidad en una relación.  La primera unión simbiótica fue con nuestra madre, por la cuál obtuvimos el impulso para la vida, el beneficio de existir y el beneficio mutuo del desarrollo vital. Y gracias a esa relación hemos subsistido, de lo contrario no estaríamos aquí.  Ahora, como adultos, esa relación de fusión, de unión, se vuelve a repetir en la pareja.

En la infancia el hecho de pertenecer a nuestra familia, nos produjo alegría y placer sin importar si lo vivido en ella fuese bueno o no tan bueno, saber que éramos parte de algo fue los que nos dio ese bienestar.  De adultos necesitamos volver a sentir esa pertenencia en otras personas, especialmente en la pareja, la que abriga nuestras necesidades de placer, intimidad y confianza física.

 

“Lo perfecto no ejerce ningún atractivo sobre nosotros.
Descansa en sí mismo, lejos de la vida normal.
Únicamente podemos amar lo imperfecto.
Sólo de lo imperfecto nace un impulso de crecimiento,
no de lo perfecto”
Johannes Neuhauser

 

Un gran logro en una relación de pareja se dará cuando ambos puedan aceptarse a sí mismos tal como son y aceptar al otro/a tal como es, con lo que gusta y con lo que no.  Y cuando sienta que algunas de mis necesidades están cubiertas por la pareja, pero también tenga muy claro y mucha conciencia de que muchas de esas necesidades no lo están ni lo estarán, estaremos ante el amor adulto.

El amor adulto se traduce en “tomar al otro/a tal como es”.  En poder decirle: “Gracias por haberme sido regalado. Gracias por ser como eres” descubriendo con respeto y amor a la persona y sus particularidades.

 

Leticia Paisal Álvarez

Psicóloga

Colegiado 21128

 

Bibliografía:

  • Neuhauser, J. (2002) “Lograr el amor en la pareja” El trabajo terapéutico de Bert Hellinger con parejas. Barcelona: Editorial Herder.
  • Garriga, J. (2013). “El buen amor en la pareja”. Barcelona: Editorial Destino.